A gloria de la Santísima Trinidad

Toda la vida de los religiosos debe ordenarse a la contemplación [1] como elemento constitutivo de la perfección cristiana; sin embargo, “…es necesario que algunos fieles expresen esta nota contemplativa de la Iglesia viviendo de modo peculiar, recogiéndose realmente en la soledad…”[2]. En esta perspectiva las monjas contemplativas son testigos de lo trascendente, pues proclaman con su vocación y género de vida que Dios es todo y que debe ser todo en todos[3]. Ellas están a la vanguardia del movimiento de retorno de toda la creación al Creador y tienen prisa de llevarlo a término renunciando a todo y apuntando directamente al Fin.

 

         Su finalidad es vivir sólo para Dios: éste es el enérgico resumen que proclama todo el deseo que Dios puso en el corazón de cada monja contemplativa. No ya sólo vivir en presencia de Dios sino vivir para sólo Dios, sin más intención que Dios, “porque es más precioso delante de Él y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas obras (exteriores) juntas”[4].

 

         Así, todos los actos de sus vidas suben al Señor en suave olor de santidad, quemándose como el incienso en adoración al sólo Santo, en acción de gracias por tanto bien recibido “en todo amando y reconociendo” [5], atendiendo lo más posible en los dones recibidos al Dador de todos ellos, para redonarse a Él en intercambio de amor, reparando por los pecados propios, y por los de todo el mundo, y finalmente pidiendo el perdón y la misericordia sobre todos.

 

         La vida de las contemplativas “confiesa abiertamente la existencia y la presencia de Dios, por cuanto esa vida lleva consigo una amistad íntima con Dios, la cual “nos declara que somos hijos de Dios” (Rom 8, 16)… pueden confirmar en su fe a aquellos que son tentados contra ella, o que, por error, pueden poner en peligro cualquier proposición ofrecida al hombre de establecer con Dios un coloquio inefable. Anuncian la muerte del Señor, y su vida es una anticipación de la Iglesia escatológica, que consiste en la posesión y en la contemplación de Dios. Predican al mundo no sólo la meta que conseguir, sino además muestran el camino que a Él conduce (a través) del espíritu de las bienaventuranzas. La vida de los contemplativos da fe de que esto es ya posible en esta vida terrena”[6].

 



[1] Cf. Santo Tomás de Aquino,Contra impugnantes Dei cultum et religionem, cap. II, n° 20, Ed. Marietti, Turín, 1972, p. 11.

[2] VS, 1.

[3] Cf. 1 Cor 15, 28.

[4] San Juan de la Cruz, Cántico B 28, 2.

[5] EE, [233]: “Interno conocimiento de todo bien recibido, para que enteramente reconociendo yo pueda amar y servir en todo a su Divina Majestad”.

[6] VS, 5.

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