CARACTERÍSTICAS DEL ANILLO NUPCIAL III

 11. Suelen tener una fecha.

 Efectivamente, el anillo tiene una fecha. Es una fecha que indica simplemente el día en que todo terminó y a la vez, todo comenzó.

 ¿Qué es lo que termina? Tu vida pasada, podemos decir, de soltera.

 Ahora bien, todo terminó, pero también algo comienza. Inicia tu dedicación delicada a tu Esposo. Empieza la exclusividad. Eso es lo que comienza en esta fecha. Creo que a la mayoría les encanta lo exclusivo: ropa, perfumes, clubes deportivos… Si hay un ámbito en la vida, en el que se debe dar esta exclusividad, esta prioridad, es el del matrimonio, de manera particular, en el matrimonio espiritual.

 

 12. Han sido hechos con detalle.

             Si te detienes unos instantes ante los escaparates de una joyería, te asombrarás al ver la variedad de anillos que hay. Unos más llamativos que otros. Estos más bonitos. Aquellos más resistentes. Más baratos y más caros. Pero todos tienen una característica: han sido hechos con detalle: unos tienen unas franjitas, otros llevan unas acanaladuras, en otros está escrito tu nombre con gran cuidado y con la letra que escogiste.

             Todo esto está hecho así, como un símbolo y una señal de que el matrimonio debe estar hecho también lleno de detalles. Debe haber cariño. Deben abundar cuidados. Deben excederse en palabras, gestos, atenciones, delicadezas…

 13. Se va haciendo parte de ti.

 El anillo poco a poco se va haciendo parte de ti. Llega un momento en que ni lo sientes. Pero, ¿te acuerdas que al inicio era incómodo? Símbolo y señal de que tu Esposo, debe llegar a ser parte de ti. Debe llegar a ser tu vida. “Una sola carne”.

Una canción decía: “Te quiero así, tu conmigo, yo para ti… amar por amar, más que amar es ya navegar…”. Interesante. “Más que amar es ya navegar”. Se puede llegar a amar tanto, que ya más que tener que ejercer, por decirlo así, el amor, se convierta ya en un simple navegar. Cuando ya no te cuestionas los actos de amor, de servicio, de atención. Cuando no titubeas en perdonar.

 Cuando el amor, en una palabra, “ya no cuesta”. Cuando no calculas tu entrega, Cuando no “lo piensas dos veces”. Cuando a quien amas, se va haciendo parte de ti.

 El amor ya no es un sacrificio sino un placer. Ya son el uno para el otro.

 14. Es discreto.

 El anillo es discreto. No es un cinturón ni un collar. Es tan pequeño que pasaría desapercibido si no lo mostráramos a la gente. Es también un símbolo y una señal de lo discreto, callado y humilde que se debe ser en el matrimonio. Es como un signo del respeto que deben tenerse entre ambos, en este caso, a Jesucristo.

 15. Ya no sale.

 Llega un momento en que el anillo ya no sale. Símbolo y señal de la fidelidad que es para siempre. Algunos no se lo pueden sacar ni con jabón. Ya está ahí puesto. No sale. Esta fidelidad, este compromiso debe ser triple: con Dios, con el cónyuge y con los hijos.

 Fidelidad con Dios: te comprometiste delante de Dios. No es una simple unión ni un mero papelito.

 En segundo lugar, fidelidad a tu Esposo, a quien debes amar con un amor irrestricto e indiviso.

 En tercer lugar, fidelidad con los hijos de Dios, tus hermanos, que necesitan de tus manos, de tu corazón, de tu cabeza, de tu tiempo, de tu amor…

 16. El dedo se amolda al anillo.

 El dedo se amolda al anillo y no éste al dedo. El anillo es de metal, por tanto al ponértelo tu dedo se amolda, “se hace” al anillo. Lógicamente el metal, como es duro, no se puede hacer a la forma del dedo, sino como dijimos, al revés.

 ¡Cuánta gente realmente no se ha hecho al matrimonio y más bien quiere hacer el matrimonio según su muy particular forma de ver y pensar! A veces quisieran un matrimonio según expectativas, conveniencias y necesidades personalísimas. Un esquema que en realidad no existe.

 Algunos ni siquiera entran en el esquema más básico de lo que es un matrimonio. Ni siquiera en el formato convencional.

 Siguen con su vida de antes y quieren, por una parte, disfrutar de los bienes del matrimonio, y por otra vivir como si no hubiese un compromiso (como la ridícula propuesta del amor libre).

 No se acuerdan de sus promesas, ni de la exclusividad, ni de la fidelidad, ni del cariño, ni del detalle, ni se acuerdan de nada.

 El matrimonio es muchísimo más. El dedo se hace al anillo, tú te haces al matrimonio, tal como ha sido comprendido según una extendida visión humanística, fundada en la libertad, en el amor, en la igualdad y otros valores humanos y cristianos.

 El matrimonio como Dios lo pensó y como la más mínima lógica nos exige, implica fidelidad, indisolubilidad, buscar diariamente y como proyecto de vida el agradar al Esposo y pelear con esmero por su alegría, a través de la propia presentación y del buen trato, del tener mil detalles que son como una piecesita en el gran mosaico de la felicidad. Esto sólo se logra cuando el matrimonio está enraizado en Dios y cuando se ponen los medios más elementales para perseverar en él.

 Hoy por hoy, por todas las asechanzas que tiene el amor esponsalicio, y más en la virginidad consagrada,amar es una locura, si no se ama con locura a Jesucristo.

 17. Se puede perder.

 Cuidado. El anillo es algo muy valioso como para jugar con él. Si te lo quitas y te lo pones, si lo dejas aquí y allá, se puede perder. Si estás vacilando con él, si lo descuidas, si te descuidas, se pierde.

 ¿Cómo te lo sacas? ¿Cómo se recupera algo que ha caído en un lugar muy profundo? ¿Qué hay más hondo que la infidelidad buscada? ¿Qué hay más oscuro que la indiferencia cínica? ¿Qué más estancado que el egoísmo que no te permite moverte hacia el otro? ¿Qué más sucio que la continua mentira? ¿Qué más impresionante que la irresponsabilidad cuando se trata de la vida y felicidad de toda una familia?

 Si estás jugando con ese anillo, si lo haces con el matrimonio, en el tipo de espectáculos que ves, en tu manera de relacionarte con la gente que te rodea… un día se te va a perder. Y en la gran mayoría de los casos, es irremediable. Hay cosas en la vida que por su importancia no admiten titubeos.

 No vale la pena correr riesgos. Porque lo que está en juego, si se pierde, es la mayoría de las veces, irrecuperable. El matrimonio es una de ellas, y con “esas cosas”, no se juega.

 18. Se va desgastando con el tiempo.

 El anillo se va desgastando con el tiempo. Es lógico. Nada es para siempre. Para eso está el cielo. Tu anillo puede y de hecho va perdiendo su brillo. Pero, aun sin él, ¡cuánto representa! Incluso se podría decir que es más hermoso golpeado, usado, maltratado involuntariamente por los movimientos de una mano que por amor nunca ha querido quitárselo ni para protegerlo. Perdió su brillo metálico pero conserva el del cariño y el de los mil recuerdos que te unen a él. Es el destello de la madurez.

 También el matrimonio se va desgastando y puede perder ese brillo inicial, juvenil, de los primeros años: es decir, la ilusión, la pasión, la cantidad de emociones de dos vidas que se hacían una sola y todo era descubrirse y enriquecerse.

 Pero –¡qué interesante!– va adquiriendo otro matiz muchísimo más hermoso: el de la madurez del amor. No es el amor jovial de cuando eran recién casados, sino el consolidado, sacrificado, servicial. El que es más donación que posesión.

 ¡Es el brillo que tenía en sus ojos la Hermana Carmen, del Colegio del Carmen!

 19. Puede necesitar ajustes.

 Con el paso del tiempo, cambiamos físicamente, aunque no quisiéramos. Crecemos. Puede ser que el anillo necesite que lo ajusten, sea para recortarlo, sea para ensancharlo. Nuevamente símbolo y señal de que tu matrimonio también necesita ajustes.

 No cabe duda. Los anillos suelen necesitar ajustes. Se mandan a ensanchar o a cortar. Requieren un baño de oro, una limpieza a fondo o una buena pulida, porque ya se han perdido hasta las “letritas”.

 ¡Algunas veces es para llevar también en el dedo el anillo del cónyuge fallecido!

 Con Jesucristo también se lo puede posponer, olvidar, no trabajar para serle cada vez más fiel, apegarse a las cosas del mundo…

 Renovarse es abrir los ojos a nuevos horizontes. Es descubrir un sin fin de posibilidades nuevas que enriquecen la unión. Es proyectar el amor a una calidad de vida insospechada.

 Una manera simple, ordinaria, de renovarse diariamente es, ser amable, hacerse amable, volverse continuamente amable.

 20. Te lo entregaron en presencia de Dios.

 Es algo sagrado. No es un juego. Te lo entregaron en presencia de Dios. El Señor te bendijo y te quiere seguir favoreciendo, pero sólo podrá ser así si te mantienes en su presencia.

 21. Fue fundido.

 Como todos los buenos metales –fuertes, duros, resistentes– ha sido fundido, como “probado” en el crisol. Igualmente todo matrimonio debe estar avalado por un buen y auténtico noviazgo. Hoy a cualquier relación superficial sin grandes metas y objetivos que avalen toda una vida de amor y de entrega, se le llama noviazgo.

 22. No tiene precio.

 Es la última característica del anillo, y tiene mucho que decirnos: te lo dieron sin precio. Efectivamente, hasta este detalle es un símbolo y una señal. Hay muchas cosas en esta vida que sí tienen precio: determinados viajes, lugares residenciales, coches, objetos preciosos, diversiones, deportes, la joyería, restaurantes…

 El anillo no lo tiene, y esto es símbolo y señal en dos aspectos fundamentalmente:

 1º Si tuviera precio, y éste fuera elevado, no todos tendrían acceso a esta posibilidad.

 El anillo, como el matrimonio no tiene costo porque todos tienen la posibilidad de amar y ser amados y de formar una familia. Amar es gratuito. No cuesta. Es una enorme paradoja.

 Quien ha experimentado en su vida el amor con intensidad, sabe que se encuentra delante de la experiencia más rica que somos capaces de hacer: amar. Debería ser carísimo el amor. Es la esencia misma de la vida y su sentido. Tan indispensable como el aire que respiramos para vivir y que también es gratuito.

 No tiene precio, porque todos tienen acceso a él. Nadie está excluido.

 2ª Si tuviera precio, sería porque tendría un límite: “Cuesta tanto, y basta”.

 El matrimonio no tiene precio porque el amor no tiene límites. No se acaba. Por este motivo no hay con qué comprarlo. ¿Cómo se le podría poner un precio al amor?.

Queridos hermanos y hermanas:

Como dice hermosamente el Cantar de los Cantares: “Porque es fuerte el amor como la Muerte, implacable como el abismo la pasión. Saetas de fuego, sus saetas, una llama de Yahvé. Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera todos los bienes de su casa por el amor, se granjearía desprecio” (8,6-7).

Recemos siempre por estas Hermanas para que sean fieles Esposas de Jesucristo y bondadosas Madres de sus hijos.


[1] Royo-Marín, Teología de la perfección cristiana, BAC 1988, 743.

[2] Seguimos libremente, y aplicándolo a las religiosas, un capítulo del libro de Ángel Espinosa de los Monteros, El anillo es para siempre.

Se puede encontrar en: hppt://es.catholic.net/ligas/ligasframe/phtml?liga = www.cfintegral.com

[3] Karol Wojtyla, El taller del orfebre.

 

Escribir comentario

Comentarios: 0