Vida Consagrada

El pasado 30 de noviembre de 2014 se celebró la apertura del Año de la Vida Consagrada, donde el Santo Padre Francisco aseguró que al convocar este año ha querido "re-proponer a toda la Iglesia la belleza y la preciosidad de esta peculiar forma de seguimiento de Cristo, representada por todos vosotros que habéis decidido dejarlo todo para imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos". Y así, nos renueva su llamada: "despertad al mundo, iluminadlo con vuestro testimonio profético y contracorriente".

Para seguir esta invitación el Papa nos ha dado tres palabras programáticas.

"Ser alegres". Nos toca vivir en un tiempo muy especial, en un mundo en general atormentado porque los hombres, los pueblos, al no encontrar a Dios no encuentran el sentido de su vida. Nosotros, que tenemos visión de fe, que hemos escuchado y acogido la llamada del Señor, tenemos que mostrar con nuestra vida y con nuestras acciones que seguir a Cristo y poner en práctica su Evangelio nos llena el corazón de felicidad. Por eso el Santo Padre nos pide que contagiemos esta alegría a los que nos rodean.

En segundo lugar, "ser valientes". De este modo, el Pontífice recuerda que quien se siente amado por el Señor sabe poner en Él plena confianza. "Con la fuerza del Espíritu Santo que os acompaña, id por los caminos del mundo y mostrad el poder innovador del Evangelio, que puesto en práctica, realiza también hoy maravillas y puede dar respuesta a todos los interrogantes del hombre", afirma el Santo Padre. Ciertamente que para poner en práctica las enseñanzas de Nuestro Señor hay que estar dispuestos a ir en contra de los criterios mundanos, contra el utilitarismo… Los religiosos debemos con el auxilio de Dios ser valientes para vencer el mal a fuerza de bien, ser fieles tanto en las pequeñas ocasiones como en las grandes. Debemos ser como otra humanidad del Verbo, donde Él renueve todo su misterio, y para eso se requiere una santa valentía.

Y finalmente, "ser hombres y mujeres de comunión". Al respecto, el Papa recuerda que mostrar la fraternidad universal no es una utopía, sino el signo mismo de Jesús por toda la humanidad. Nuestro Señor es una vez más el modelo a imitar. Él dio su vida por todos nosotros. También nosotros debemos dar y darnos a nosotros mismos por la conversión de los pecadores e implorando la misericordia para todos los hombres.

Ahora bien, para edificar y llevar a feliz término este programa debemos colocar sólidos cimientos, y ellos no son otros que la fidelidad a nuestro Carisma y a nuestros votos, la recepción fructuosa de los Sacramentos y una vida espiritual seria y profunda bajo la especial protección de María Santísima, nuestra Madre y modelo de consagración. Sólo así los consagrados y consagradas podremos ser verdaderamente la sal de la tierra y la luz del mundo.

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